Los minutos se hacen horas


Los minutos se hacen horas
la flor se vuelve semilla
la madera se apolilla
y el mismo mar se evapora.


Amarte de la manera
como yo lo vengo haciendo
es ir el pelo perdiendo
y ganando una ronquera.
Previendo una larga espera
me traje dos cantimploras,
al mirarme las señoras
con marcada desconfianza
parado en esta “balanza”
los minutos se hacen horas.


Tú no vives muy distante
y me citas en la esquina
donde lisura y bocina
le dan a cualquier marchante.
Para colmo un ambulante
en plena oreja me chilla
es tu ausencia la que brilla
en el lugar donde acampo
y mientras dura, en el campo
la flor se vuelve semilla.


De tener limpia la ropa
por culpa de lluvia y charco
me veo dentro del marco
mojado como una sopa.
Pongo proa, pongo popa
y ya me duele la quilla,
asisto a la maravilla
y del tiempo puedo ver
cómo en su lento correr
la madera se apolilla.


La noche cae y derrama
sus tinieblas por el cielo
la rabia viene del suelo
y en mi pecho se proclama.
Si tú no estás en la cama
estás en la mecedora,
tu impuntualidad mejora
y se sube a la atalaya
cuando el mar llega a la playa
y el mismo mar se evapora.


* planta de la décima “Nada en este mundo dura” de Nicomedes Santa Cruz

© 2007 Luis Bárcena Giménez
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