De noche a las doce en punto


De noche, a las doce en punto
dentro de un cántaro suena
la música de una quena
hecha en hueso de difunto.


Allá en la altura perdida
cual es la puna peruana
solo la luna se hermana
con una hora temida.
La muerte enfrenta a la vida
en su diario contrapunto,
de ánimas sale un conjunto
con invisible presencia
para hacer su penitencia
de noche, a las doce en punto.


Allí viviendo en suspenso
el mortal no se recobra
y piensa que todo es obra
de un sobrehumano consenso.
El aire se siente denso
que el alma de miedo llena,
la música que es ajena
a todos los seres vivos
cual lamento de cautivos
dentro de un cántaro suena.


Desde la cumbre imponente
donde el Apu está morando
penetra el viento silbando
a las chozas de la gente.
Hay misteriosamente
un preámbulo de pena,
rompe la noche serena
con su melodía agónica
y se escucha pentafónica
la música de una quena.


En un tiempo muy lejano
siendo el Imperio un portento
este incásico instrumento
usó el antiguo peruano.
Al hombre que no es pagano
siempre le da un mal barrunto,
el meollo de este asunto
lo sabe la calavera:
Es una quena señera
hecha en hueso de difunto.


* planta de la décima “El manchay puyto” de Nicomedes Santa Cruz

© 2005 Luis Bárcena Giménez
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